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Musso: "tecnología y emprendimiento puede ser una combinación muy poderosa"

roberto musso entrevistaRoberto Musso, de Digevo Group, habla sobre lo que es ser emprendedor en América Latina, desde las ventajas por el contexto social hasta las mayores complicaciones, como la obtención de fondos.

Cada vez más los jóvenes latinoamericanos desechan la posibilidad de trabajar en una empresa y sueñan con dar vida a sus propios negocios. Un sentimiento que comparten con el emprendedor chileno Roberto Musso, que ha logrado crear más de 17 empresas con presencia en toda la región bajo la marca Digevo y con especial foco en la industria de la telefonía móvil.

Dos de sus compañías, STI Soluciones Tecnológicas y AxonAxis, ya han sido vendidas con éxito a reconocidas multinacionales, y pensando en los emprendedores de América Latina escribió el libro “El valle de la muerte”, que será lanzado próximamente en Internet.

Roberto Musso conversó con UniversiaKnowledge@Wharton sobre su experiencia personal como emprendedor latinoamericano y aseguró que los emprendedores de la región actualmente tienen grandes ventajas para iniciar proyectos, a pesar de los numerosos obstáculos que deben sortear.

Me gustaría que me hablara de su faceta como emprendedor, ¿cuál es el secreto para innovar y dar vida a un negocio que se ajusta a las necesidades del mercado?

El secreto es que sea un estilo de vida. En mi caso personal nunca ha sido una opción válida trabajar para una empresa como ejecutivo asalariado. Desde un principio quise crear y hacerme cargo de mis propios proyectos. Es una especie de proclamación interna donde dije: “emprendo porque quiero ser libre”. Esta proclamación interna es propia de todos los emprendedores y se trata de una convicción profunda o apasionada.

Siempre he estado abierto a las oportunidades y esta apertura no sólo implica tener una actitud abierta para observar y comprender, sino que además significa evaluar formalmente una oportunidad de negocio.

¿Qué implica evaluar formalmente una oportunidad de negocio?

Implica que cuando veo una oportunidad evalúo si ésta es capaz de crear valor, que el producto o servicio que estoy creando realmente resuelva una necesidad importante en los clientes, a tal nivel que éstos estén dispuestos a pagar por obtenerlo. También determino la escalabilidad de la oportunidad, que significa que el negocio sea capaz de crecer rápido y que no haya límites a este crecimiento. De igual forma, evalúo que la oportunidad sea rentable para lo cual hay que comparar esa oportunidad con cualquier otro proyecto al que se le dedica el mismo tiempo.

Otro aspecto que valoro es la apropiabilidad, es decir, trato de asegurarme de que cuando salga mi producto al mercado, no surja otro competidor que replique lo que yo hago y lo ofrezca a un menor precio. En el fondo, se trata de proteger las sobreventas que me corresponden por haber sido el autor del producto.

Asimismo, también evalúo el timing de la oportunidad, porque como emprendedor puedo tener una idea brillante, pero puede que no sea el momento propicio para ofrecerla al mercado.

¿Cuál es el momento adecuado para lanzar un producto al mercado?

Hay que tener una profunda comprensión de la industria, saber y entender de manera sistémica los fenómenos, comprender, por ejemplo, que Facebook, Twitter y Linkedln son manifestaciones de un movimiento social y que obedecen a una tendencia en torno a las posibilidades y ventajas que entrega la conectividad a través de Internet. Pero esto ya pasó y ya nadie está pensando en construir otra gran red social. Sí, en cambio, hay muchos emprendedores que están ideando nuevos productos y servicios que operen sobre estas redes sociales.

Finalmente, también evalúo el volumen de la oportunidad o lo que es lo mismo: la facturación que espero obtener de la comercialización de mi producto a nivel nacional e internacional.

Cualquier emprendedor puede llevar a la práctica estas recetas, pero hay algo más importante respecto a las oportunidades.

¿Qué es, entonces, lo principal respecto de las oportunidades?

Lo principal es atreverse a tomar la oportunidad y en esto yo soy diferente, porque me atrevo a capturar las oportunidades, aunque a veces pierda, y me ha tocado perder. De hecho, de todas las empresas que yo he creado, un porcentaje menor han sido intentos fallidos. Hay que estar dispuesto a perder. De lo que estamos hablando es de vivir la vida. La vida es corta y te ofrece un número finito de oportunidades, uno no se puede permitir que los días pasen, que las oportunidades se presenten y dejarlas pasar. Hay que ser capaz de asumir riesgos.

Siempre habrá razones para no tomar una oportunidad, pero si alguien necesita estar muy convencido para capturarla, probablemente es porque es una persona muy conservadora y va a tomar muy pocas oportunidades en su vida. Justamente, la gracia es atreverse aún cuando existan dudas.

Una vez tomada la oportunidad, ya se está jugando y el siguiente paso es prepararse y ser lo suficiente flexible para adaptarse a las condiciones que toquen jugar. Si yo decido incursionar en el mundo móvil, no sé cómo éste va a evolucionar, pero sí tengo claro que conforme éste vaya evolucionando debo adaptarme sin rigideces.

Por eso escribí “El Valle de la Muerte”, porque pienso que emprender es lo mismo que entrar en un valle cuyos riesgos no se pueden predecir y la única forma de prepararse para sobrevivir es adaptarse al entorno, evitando los riesgos o tomándolos en la medida que sean lógicos. Esto no lo he inventado yo, lo he hecho de forma instintiva a lo largo de mi historia como emprendedor, hasta que descubrí que la evolución es un constante proceso de adaptación. Por eso en mi libro enfatizo que el emprendedor latinoamericano debe comprender su entorno y seguir modelos de negocios flexibles que le permita sobrevivir.

Se habrá encontrado con numerosas barreras en el camino, ¿cuáles han sido?, ¿son las mismas que suelen encontrar otros emprendedores en America Latina?

Yo diría que las barreras son siempre las mismas. Para que haya una iniciativa emprendedora exitosa son necesarios tres elementos básicos: un equipo que sea capaz de hacer bien las cosas, un proyecto y financiación. Es difícil que se cumplan estos tres puntos en Latinoamérica. A nivel de equipo, se necesitan emprendedores con un buen nivel de educación y esto es lo que ha impedido que haya un mayor número de ellos en la región. Si hubiera una buena educación, prácticamente todas las personas hablarían inglés, entenderían de matemáticas, finanzas, modelos de negocios y leerían los libros que hay que leer. Si hubiera buena educación, las personas no tendrían problemas para enviar un correo electrónico al mejor especialista del mundo en una determinada materia. Pero para eso hay que hablar inglés y comprender en forma sistémica los eventos, a través de la lectura y la observación.

¿Es la educación el punto más débil de los emprendedores de la región?

Absolutamente, un emprendedor no debería emprender después de estudiar su MBA, debería emprender al terminar la escuela. La educación actual no prepara a la gente para ser emprendedores. Sin embargo, hay élites que sí tienen acceso a buena educación y que están en mejores condiciones para emprender. Si bien este rasgo es común a toda Latinoamérica, hay diferencias como en el caso de Argentina. Los emprendedores argentinos están bien educados, debido a que cuentan con un modelo educacional de calidad y mucho más eficiente.

Fruto de la poca preparación y educación de los emprendedores, la mayoría de los proyectos tienen poca sofisticación y les falta análisis estratégico. Aunque hay notables excepciones como lo que ha hecho Wenceslao Casares con Patagon (banca online vendida a Santander), el restaurador peruano Gastón Acurio y su cadena de restaurantes, Pedro Medina y su campaña “Yo creo en Colombia”, (cuya misión es crear herramientas y modelos para transformar los recursos y desarrollar el potencial que ofrece el país) o Matías de Tezanos que vio la oportunidad en Internet y compró hoteles.com convirtiéndose en el principal sitio de reservas de hoteles del mundo.

Pero para llegar a estos resultados, todos ellos han hecho un profundo análisis estratégico de sus proyectos. Los emprendedores latinoamericanos deben entender que hoy están compitiendo en un mundo global y que deben evaluar formalmente las oportunidades cuando éstas se presentan.

Otro gran problema en América Latina es, sin duda, la financiación. La brecha entre los países desarrollados y los países emergentes en lo relacionado a inversión en capital de riesgo es monstruosa. Es muy difícil conseguir inversionistas ángeles en condiciones justas y que no te digan: “voy a invertir 100 mil dólares en tu iniciativa empresarial, pero yo me quedo con el 50% de tu empresa”. Quizás Chile sea una excepción, pues ha logrado construir un ecosistema para el emprendimiento, entregando recursos a través de Corfo (Corporación de Fomento a la Producción). Pero, en general, la industria de la inversión en capital de riesgo es muy compleja en Latinoamérica y se necesita que haya una redefinición a nivel macroeconómico y político para lograr optimizar las reglas del juego.

No obstante, y pese a que casi todas las naciones de la región están en condiciones similares en cuanto a la financiación, Brasil es una excepción dado los volúmenes que se manejan en este mercado y lo atractivo que resulta para los inversores privados. Si hay buenos proyectos, los inversores aparecen rápidamente y ponen su dinero. En consecuencia, el principal reto de los emprendedores de la región es tener la capacidad de reinventar su modelo de financiamiento. Ahora, pese a todas estas barreras de educación, proyectos y financiación que menciono, me siento muy optimista.

¿A qué se debe ese optimismo?

A que hay buenas noticias y es que está habiendo un fuerte movimiento emprendedor por parte de los jóvenes latinoamericanos, a quienes no les interesa trabajar para un banco o una empresa, si no que tienen ganas de crear y trabajar en sus propios negocios. Y aún cuando estos emprendedores pertenezcan a élites, pienso que esto va a cambiar con el tiempo y cada vez van a ser más. Están apareciendo casos de éxito y hay que destacarlos para que más emprendedores se sumen.

Otra buena noticia guarda relación con la financiación, y es que hoy es mucho más barato emprender que antes. Con el propio advenimiento de las tecnologías de la información actualmente se puede tener una plataforma de trabajo propia en la nube a costes alcanzables, también se puede acceder a un completo CRM (Customer Relationship Management) para gestionar el negocio.

Se puede hacer márketing sin tener que contratar anuncios en la televisión, utilizando ciertas herramientas a través de las redes sociales. Incluso, se puede diseñar el logo de la empresa sin tener que contratar a un diseñador, obteniendo el servicio en 99designs.com. En definitiva, se puede armar una empresa con muchos menos recursos que antes y estas son grandes ventajas que hoy tienen los emprendedores de Latinoamérica.

¿Qué otras ventajas tiene ser emprendedor en América Latina?

Los latinoamericanos acabamos de dar un escalón de desarrollo crucial, porque pasamos de un estado de desconexión absoluta con el mundo a un estado de conexión instantánea y global, y esto se ha dado en los últimos 10 años. Estamos a un solo click de Harvard, Stanford o Wharton J. Esta transición fue muy rápida y representa una gran oportunidad porque ahora estamos conectados globalmente. En segundo lugar, fuimos pobres toda la vida y hoy emprender está muy aceptado como una forma de movilización social. Entonces, si las personas están conectadas con el mundo, tienen una idea para emprender, tienen ganas de movilizarse socialmente, sin trabas al riesgo y con mucho apoyo, la oportunidad es tremenda. La tecnología y el emprendimiento pueden llegar a ser una combinación muy poderosa para la región. Tarde o temprano van a empezar a surgir en Latinoamérica los futuros Google, Amazon o los grandes proyectos globales que van a resolver las necesidades de países parecidos a América Latina.

¿Le preocupa que la imagen de America Latina se vea dañada por las recientes expropiaciones de empresas como la petrolera YPF, en Argentina; Red Eléctrica Española, en Bolivia, o el discurso populista de algunos dirigentes?

Sí y no. Me preocupa porque representan obstáculos para que haya más inversión extranjera y credibilidad en América Latina y, sobre todo, porque esto da señales al mercado de que las reglas del juego son cosas transables, que los acuerdos a los cuales se llegaron después no se van a respetar. Y estas interpretaciones son incorrectas, porque nosotros los latinoamericanos creemos en los acuerdos y cumplimos lo que prometemos. En ese sentido me preocupa. Pero por otro lado no me preocupa, porque creo que son excepciones, un obstáculo más para nosotros los emprendedores latinoamericanos que estamos acostumbrados a vivir en un ambiente precario, con infinitos escollos y barreras.

En cuanto a la coyuntura económica internacional, ¿deben los emprendedores regionales poner especial atención a este aspecto?

Hay que considerarlo, pero pienso que hay que emprender sea donde sea que estés y en las circunstancias en que estés. Si el mundo está atravesando por una crisis, hay que emprender porque hay oportunidades que se están gestando en términos de desarrollar soluciones para abaratar costes. Las crisis en Estados Unidos y Europa han hecho que estos países consideren a Latinoamérica como uno de los últimos oasis del mundo, con estabilidad política y económica, mano de obra cualificada y barata, y todo ello es una gran oportunidad para nosotros.

En todos sus años como empresario, ¿cuál ha sido el mayor desafío de liderazgo con el que se ha encontrado?

Creo que uno de los retos más importantes a nivel de liderazgo ha sido aprender a gestionar el talento, porque hay momentos en que tienes que saber imponer y conducir, como también hay momentos en los que tienes que saber escuchar, sobre todo cuando estás a cargo de mucha gente y algunas de ellas incluso saben mucho más que tú. Entonces, tienes que tener un equilibrio entre saber respetar, escuchar y acoger y, al mismo tiempo, atender a tus propias ideas y convicciones.

Fuente: AmericaEconomia.com

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